Sin reservas






SIN RESERVAS es la historia de Azucena, la repostera,
una víctima que decide tomar las riendas de su vida,
dando lugar a un desenlace tan solidario como inquietante.






Se desarrolla durante una hora y poco mas
en la casa de comidas de una mujer curtida donde las haya.
Esa mujer se llama Begoña, y la emprende a diario con su negocio,
con su hija, con la abuela, con su cuñado
y con todo lo que le pongan por delante.
Lo normal es que llegue a casa hecha polvo y caiga rendida en el sofá,
donde siempre le atrapa el sueño en una bofetada de cansancio.

SIN RESERVAS es la historia de Marcos, el pinche, el chico de los recados,
el eterno eventual que camina sobre la cuerda floja.
Es la historia de nuestra juventud,
la que va saliendo del paso mientras se labra un porvenir.
Y menos mal que disfruta de un domicilio al que puede llamar 'casa',
porque gracias a esa casa tiene un buzón donde crecen las facturas
del banco, del teléfono, del agua, la luz, el gas...

Para estas tres personas, hacer frente a semejante aglomeración de recibos y
de problemas sólo es posible gracias a que conservan su trabajo.
O sus dos trabajos. O sus tres trabajos.
Su jornada se multiplica de tal modo que parece una carrera de obstáculos.
Y en esa carrera constante logran mantener a flote su modo de vida.
O su modo de muerte.
Un modo, cuyo sueño consiste en tumbarse en la playa,
durante una semana, sin dar un palo al agua.

SIN RESERVAS es una odisea cotidiana.
Y la podríamos resumir en una sola pregunta:
¿llegaremos a fin de mes? O simplemente: ¿llegaremos?
Nadie sabe dónde ni en qué condiciones
y tampoco hay tiempo para pensar,
funcionamos sobre la marcha.

      
Crítica de SIN RESERVAS                 DOSSIER del espectáculo



Con el apoyo a la producción del



Sin reservas
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